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Esta semana ya tenía la niusléter escrita, el mail ya estaba casi todo montado, sólo me faltaba hacer una última corrección que había dejado para hoy, viernes, temprano, cuando a las 4 de la mañana me desperté sobresaltado pensando: eso no lo puedo enviar. Es demasiado íntimo, demasiado cercano. Me invadió un pudor, una timidez tremenda. Y aquí me encuentro, improvisando una niusléter sobre la improvisación.
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Semanas atrás, dije en una sobre powerpoints que me gustaría que alguien juntara unas cuantas imágenes, las pusiera en la pantalla una a una, sin que yo las hubiera visto antes, para improvisar un discurso en torno a ellas. Lo dije un poco a la ligera, porque me parecía que podía ser divertido. Y claro, debía ser delante de un público. Si no, no tiene gracia. Y ocurrió. La semana pasada Leo Zambon juntó diez imágenes y yo hablé de ellas durante lo que me pareció una eternidad, y a lo mejor no duró más de 15 minutos.
No fue difícil porque se dio en el medio de una presentación pública de la Universidad Paralela, proyecto de Leo en el IF, y eso ya ponía un contexto dentro del cual hablar, y las imágenes también encajaban en él. Y ya llevábamos un par de horas en esa presentación, con lo cual el público también estaba en el tema. Lo verdaderamente difícil hubiera sido que el powerpoint se presentara al principio, en frío.
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Esa noche, cuando todo el mundo se había ya ido, nos quedamos Leo y yo hablando un buen rato, y lamenté no haber dicho ésto y aquello. Con calma, sin la urgencia de la improvisación, pude desarrollar un argumento más complejo, y creo que más interesante. Pero claro, el momento había pasado. La verdad es que la idea que desarrollé en privado me vino mientras hablaba en público, sólo que no me atreví a ir por ese lado, me pareció complicar demasiado las cosas sin darles las vueltas suficientes. No me cuesta nada decir que en la improvisación la sencillez es una virtud.
La primera vez que improvisé en público, fue con otros actores, y cometí el error de alargar la cosa demasiado. Me lo estaba pasando demasiado bien y no quería bajar del escenario. Hay que contener el ego y el goce en la improvisación, y saber cuándo conviene parar, o tener una idea del límite que no hay que cruzar, un instinto que por entonces no había desarrollado.
También de joven, a lo mejor en una cena, improvisaba algún discurso totalmente ridículo como si fuera completamente en serio. Creo que de ahí nació el estilo que luego desarrollé en la Internacional Melancólica, muchos años después.
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Improvisar por escrito es distinto porque se puede volver atrás y corregir. Los periodistas lo sabrán bien. Durante mis años universitarios improvisé muchos trabajos que luego entregaba como si fueran serios. La mayor parte del tiempo colaban, pero eso porque también estaba en tema. El único que recuerdo fue uno ramoniano acerca del suicidalismo, para una clase sobre las vanguardias históricas.
En el suicidalismo, el artista debía quitarse la vida, o por lo menos retirarse del arte para siempre, una vez que hubiera producido su obra cumbre. El último tercio del trabajo era una discusión acerca de la dificultad de saber cuándo ha uno producido su obra principal. Todo esto escrito en un tono académico, muy serio. Creo que de ahí aprendí que se puede decir cualquier estupidez con toda seriedad, y quizá por eso me cuesta no reírme cuando la gente habla, o cuando hablo yo.
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Carmen siempre me decía que era imposible determinar si estaba yo hablando en serio o en broma. Es un truco que siempre me ha gustado y sigo practicando. El otro día hablaba con Gustavo de salir y decir las barbaridades más grandes como si de verdad las creyéramos, con la cara seria, con el tono ecuánime. La idea ahí es ver hasta dónde llega el escalofrío en quien escucha. Y claro, uno arriesga la cancelación absoluta, permanente, eterna en el círculo de sus propios amigos, si éstos no son capaces de aceptar la broma como broma, o si el escalofrío es tan profundo que no pueden recuperarse de él. Sabemos que funciona porque lo hemos intentado en círculos íntimos, en el IF, y hemos visto las reacciones. Pero ahí nos conocemos tan bien que en cierto momento los oyentes saben que la cosa no va en serio.
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En Argentina, improvisado es sinónimo de mal hecho. Una lástima que sea así. Deja poco espacio para pensar. Es evidente que hay cosas que no se pueden improvisar, que hay que trabajar más, y la improvisación no debe ocupar el sitio de un trabajo elaborado y pensado a fondo. Presentar una improvisación como si fuera algo serio es fraude, es lo que hacía yo en la universidad. Es lo que estoy haciendo ahora.
Y es que había escrito una niusléter dedicada al amor al trabajo, al trabajo como una versión del amor y al trabajo, sobre todo el artístico, como una forma de hacer el amor con alguien. Tenía que ver con la clase de pasiones que se mueven entre dos personas completamente entregadas a una labor expresiva. Me levanté pensando en que eso no lo podía publicar porque, aunque las pasiones sean comprensibles, el tono no encajaba con el tema, y no había encontrado la manera de explicar esa conjunción de mentes y cuerpos en un trabajo, por mucho que me haya encontrado en esa situación en el pasado, por mucho que lo haya visto en otros.
Todavía le estoy dando vueltas, y a lo mejor saco otra versión más adelante, una menos improvisada, digamos. Lo que me gustaría sería que, a parte de más pensada, esa versión fuera también más apasionada, al menos en el tono.
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Los libros de la BiPA parecen improvisados y son exactamente lo opuesto. Llevan muchísimo trabajo, hay que pensarlos de cierta manera y no cualquier cosa vale. Mucha gente ha comentado lo limpios y exactos que quedan. Eso no se improvisa. De hecho, me llevó meses llegar al estilo con el que están hechos, al principio de todo. Donde sí que improviso, por escrito y en imágenes, es en el Registro. Pero es ése un lugar privado, más mío, más descartable. En el Registro cabe todo, lo más y lo menos pensado, pero no lo íntimo porque la finalidad del Registro es que pueda ser leído por otras personas. Mantengo cierto pudor en lo público.
Ayer improvisé un poema dedicado a una mujer que me llamó la atención. (Y no, no es la que los del IF están pensando.) Improvisar poemas es fácil, sólo hay que poner cosas dispares una junto a la otra. Con suerte, de la improvisación sale una imagen o una metáfora que se puede salvar, y de ahí se puede construir un poema de verdad.
Hace mucho que no voy a lecturas de poesía, o no a las más salvajes. El otro día le pregunté a Alicia si todavía está lleno de chicas que recitan poemas de coger y comerse pijas y esas cosas. Dice que sí. El problema con airear la intimidad en público es que no se puede improvisar. No se puede hacer a bote pronto. Hay que darle muchas vueltas y encontrar la manera de mostrar lo que uno quiere y ocultar lo que no quiere que se vea. O se hace un ridículo tremendo. O al menos a mí me hacer reír. Alguna carcajada he soltado en esas lecturas, Alicia es mi testigo.
La poesía, por fácil que parezca de producir, requiere una cantidad engañosa de trabajo y atención. El otro día, seis poetas de las mejores que hay en Buenos Aires, leyeron en el IF. Talento aparte, alucina la atención al lenguaje en sus poemas, el cuidado en las imágenes y hasta en los temas, algunos más sociales, otros más íntimos. Hasta los chistes en los poemas vienen meditados y trabajados, cosa que tampoco es fácil.
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Que esté improvisado no significa que esté mal hecho, pero sí que no es una obra terminada (excepto mi trabajo sobre el suicidalismo). Ni siquiera los surrealistas consideraban que los cadáveres exquisitos lo fueran. Siempre decían que no había que corregir nada, que había que dejar fluir el inconsciente al texto. Estoy seguro de que Breton corregía muy mucho sus textos. Ese tipo no dejaba nada al azar.
(Son 5 y media de la mañana, acaba de saltar Ifi a mi escritorio, tirando dos libros al suelo, de camino a la ventana y la libertad del patio. O sea que llevo hora y media improvisando este texto.)
En las payadas, en las regueifas y el repentismo, parece que se improvisa, pero aparte de que tienen mucha práctica, esos poetas cantores tienen en su arsenal de la memoria, un montón de versos prefabricados que van insertando en la improvisación para darse tiempo. No quiero decir que no sean rápidos mentalmente, sino que nadie es tan rápido. He oído que Biggie Smalls improvisaba sus raps durante la grabación. A lo mejor tenía una memoria prodigiosa.
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En la improvisación hay que estar muy atento al azar, que puede abrir un nuevo camino o destruir el ya andado y todo lo demás. Una vez improvisé un discurso de un antropólogo del futuro que explicaba rituales de sangre, magia y sexo de una sociedad ya perdida (la nuestra) por medio de utensilios que comunes en nuestras cocinas. Hubo todo un discurso sexual a partir de un abrelatas eléctrico. Un tenedor me condujo a hablar sobre los puntos cardinales y la unidad social. Las cucharas servían para jugar al tenis de mesa con los ojos de las víctimas sacrificiales. Un pelapapas era un instrumento musical utilizado exclusivamente por la clase sacerdotal en la liturgia que, por supuesto, en su momento cumbre incluía comer gambas al ajillo. Es lo que recuerdo.
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John Coltrane ensayaba 7 horas diarias para luego subir a un escenario e improvisar. No sólo lo hacía para mantener una cierta soltura, sino para darse opciones a las que recurrir en el fragor de la improvisación, en el momento en que la rapidez mental es de lo más necesaria.
En el deporte pasa lo mismo. Se practican las jugadas, se ensaya todo lo posible, y luego se improvisan soluciones que vienen de ahí, de lo ya hecho y probado, soluciones completamente novedosas, incluso nunca vistas, creadas en el momento.
En otras palabras, hay que estar preparado para improvisar. Hay que haber practicado mucho. Hay que tener soltura y confianza, y no dejarse llevar por los nervios, ni por la presión del momento. En el último Superbowl, Mark Stafford, quarterback de Los Ángeles, lanzó un pase sin mirar al receptor, un pase sin ver. Todo el mundo estaba maravillado ante la improvisación en un momento crucial del partido. Y luego, en días subsiguientes, los medios empezaron a mostrar las veces que Stafford había hecho este tipo de jugadas en Detroit, cuando nadie le prestaba la menor atención.
Creo que va quedando claro que la verdadera improvisación no se improvisa.
RECOMENDACIÓN MUSICAL DE LA SEMANA
El otro día, en casa de Leo, había una caja llena de Cds. Hice la inspección obligatoria y seleccioné unos cuantos para llevarme y escuchar con detenimiento. Luego me di cuenta de que mi computadora ya no lee Cds, no sé que le pasa, y que el aparato que hay en el IF tampoco funciona. Tecnologías moribundas.
Entre los elegidos, había uno de Elliott Sharp, un compositor y músico de Nueva York, una especie de punk de la música clásica contemporánea. Pero como las máquinas no funcionan, tuve que buscar en internet para oír algunas de sus composiciones. A veces, la música clásica contemporánea parece que no termina de empezar, y luego parece que nunca empezará a terminar. Pero con Sharp no me pasa esto. Es raro, pero es interesante.
Aquí va una que me gusta mucho.
NOTICIAS
1. Ifi, la gata del IF, estuvo pachucha hace unos días. El lunes por la noche ya la noté mal, babeaba, no se dejaba tocar. Por la mañana lo mismo. Algo le dolía eso está claro. Estuvo todo el martes durmiendo hasta que le dimos atún, y ahí empezó a revivir. Tanto, que hubo que vigilarla de cerca para que no saltara sobre la mesa y se llevara un salamín. Mala suerte para Ifi, no había bebés ese día que distrajeran a nadie.
2. El martes se presentó el nuevo libro de la BiPA, Diez poetas, que incluye a Carla Sagulo, Dolo Trenzadora, Flavia Calise, Florencia Piedrabuena, Gabriela Pignataro, Melisa Papillo, Nora Fiñuken, Patricia González López, Tamara Domenech y Valeria Cervero. Aunque no todas pudieran venir al IF ese día, creo que todo el mundo coincidió en que fue una lectura especial. Quiero agradecer a estas poetas, al IF, al personal que trabajó en el Campamento Temporario y a la gente que audió esa noche a la lectura el esfuerzo que hicieron y lo bien que salió todo. Gracias.
3. Son las 7 de la mañana. Estoy montando la niusléter a toda velocidad porque a las 8 llega Adrián y tenemos que ir a trabajar en la casa donde estamos construyendo una habitación con madera. Hay cierto impudor en publicar una niusléter improvisada (sobre la improvisación, encima), pero también me gusta el desafío de escribir rápido. Ésta sólo me llevó tres horas, cuatro para cuando termine todo el trabajo. Normalmente me llevan entre 10 y 12 horas.
4. El Campamento Temporario del IF llegó a su fin. Fue un éxito de improvisación por un lado, y de mucho trabajo por otro. Diría que algunas de las líneas de trabajo del IF quedaron marcadas ya para el año que empieza. Tengo toda la fe en que éste será un buen año.