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Hoy todo es collage. O el collage se ha colado de tal manera en el inconsciente de la ciudad que rige casi todas las operaciones que podamos acometer. El corta/copia y pega es modus operandi habitual. El collage implica tomar algo ya hecho, separarlo de su contexto, y pegarlo en un contexto nuevo. El primer iPhone fue un collage de tecnologías que ya existían. Las ideologías actuales son collages de ideas de distintas épocas. Paco Amoroso y Catriel la rompieron en su concierto en el Tiny Desk de la NPR, y sus canciones, o al menos la forma de presentarlas en ese otro contexto, son collages de distintos estilos, distintos momentos de la música pop.
No estoy minimizando nada al decir que todo es un collage. A lo mejor siempre fue así. Calderón copiaba y pegaba versos de otras obras suyas en la obra que estuviera haciendo en ese momento. Lo que pasa es que hoy tenemos tan interiorizado este procedimiento que resulta difícil no ver el pasado a través de ese filtro. En la física cuántica, una partícula es, existe, pero no está en ningún lado en particular; luego la observamos y está en un sitio, o. tiene una dirección. Si nos detenemos, o si detenemos un momento del pasado, es muy probable que veamos collage porque lo había, o aunque no lo hubiera.
Pensemos más: la propia identidad como collage, o la identidad nacional. O una fábrica, que corta y pega procesos, máquinas, personal, para hacer un producto u otro. Y algo muy interesante: el retorno de la energía nuclear, recortada de su contexto en la guerra fría y traída a un contexto nuevo como es la inteligencia artificial.
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La prehistoria del collage como forma artística se da en Inglaterra, entre señoras de guita. La más conocida de éstas es Lady Mary Georgina Filmer (1838-1903), que hizo una serie de álbumes familiares con acuarelas y fotos pegadas. Claro, la fotografía no era barata y tener suficientes fotos y copias de cada una para los álbumes no estaba al alcance de cualquiera.
Éste es uno de sus collages más famosos. Ella aparece al fondo junto a su álbum y bote de cola.
Otra conocida pre-collagista (si cabe el pre), es Georgina Berkeley (1831-1919).
El establishment actual dice que estas y otras mujeres collagistas de su época fueron ninguneadas por el establishment de su época. Podría ser, pero eso es también un collage, que reocorta algo del pasado y lo pega en el presente. Estos álbumes eran privados, y un trabajo que ahora nos parece artístico (porque ahora lo vemos todo a través del collage, ya legalizado como arte) en su momento no era más que un pasatiempo. Un hobby como se dice ahora. Esto no quiere decir que estas collagistas no se tomaran su pasatiempo en serio; el hobbista que no se lo toma en serio es un burro. El collage no existía como forma artística, eso no ocurrió sino después. Además, estas mujeres pertenecían a la aristocracia, que en la Inglaterra victoriana no se hubiera dejado pillar ni muerta exhibiendo sus trabajos manuales, dándolos a conocer al gran público.
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El collage estalla con la primera guerra mundial. Y es lógico, las sociedades europeas estaban rotas, lo ya hecho había llegado al paroxismo de la guerra industrial. 22 millones de muertos, entre soldados y civiles en un espacio de cuatro años. Había que renovar el mundo con fragmentos del pasado puestos en un contexto nuevo.
De los dadaístas, mi favorita es Hannah Hoch. Hubo otros, pero ella es en realidad la primera.
Otro interesante, aunque me caiga medio mal, es Raoul Haussmann:
A Kurt Schwitters no lo dejaron entrar en el Dadá de Berlín porque venía de provincias y no podía ser más que un paleto, así que armó su propio dadá y lo llamó Merz, que en sí ya es collage: Merz viene de un recorte de Commerzbank, que luego se puede pegar donde convenga.
Pero Schwitters llevó el collage a otro nivel con su Merzbau, su casa merz, hecha de recortes y restos que luego se van pegando o clavando unos con otros.
Se dice de Schwitters que siempre andaba recogiendo cosas por la calle y las iba dejando en casas de amigos y conocidos. Cuando te lo presentaban ya te avisaban que te iba a dejar la casa llena de mierdas encontradas en la calle. La BiPA tiene una deuda externa tan grande con Schwitters que no creo que se pueda pagar—ni siquiera los intereses.
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Luego, el arte pop, incorpora estas técnicas para representar la fragmentación de la cultura no sólo por la guerra fría sino por el consumo. Incluso para pensar el consumo como elemento unificante en la cultura general.
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En el collage se toman elementos dispares sacados de contexto y se los inserta en un contexto nuevo. Se tiende a crear una imagen nueva y unitaria, con su propia lógica. Esto es lo que ocurre en las obras de Thomas Hirschhorn, collages aunque se hagan con cinta de embalar, deudoras también de Schwitters.
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Mimmo Rotella y Wolf Vostell fueron de los primeros practicantes del décollage, una técnica que implica arrancar cachos de carteles para pegarlos en un lienzo, y que luego derivo en arrancar los cachos y dejar que se vieran partes de los carteles que había debajo. Uno puede recorrerse las calles de Buenos Aires cualquier día, y tarde o temprano encontrará uno de estos.
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Con estas técnicas todavía existe un movimiento hacia la unidad interior de la obra. Aunque en el décollage ya se empieza a notar que es el marco lo que establece la unidad, que esta no viene de dentro, sino que se establece por un elemento considerado exterior, o al menos la frontera entre la obra y el resto del mundo.
Rotella pega los cachos de carteles en lienzos. Es el lienzo el que establece un límite, y por tanto da unidad. En muchas obras de Hirschhorn parece que si no fuera porque el lugar en donde se construyen pone un límite, que bien podría ser un límite institucional, la obra se derramaría por todas partes entrando en el mundo y cubriéndolo entero.
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Mucha gente que ve los libros de la BiPA dice, “¡Ah, collage!”, y en parte tiene razón. Pero en parte, no. En la BiPA no se recorta nada, se saca literalmente de la realidad. Lo que aparece en esos libros es basura encontrada en la calle. No se recorta, no se limpia, se pega tal cual llega. Se podría decir que son recortes conceptuales, que en algún momento yo elegí qué levantaba y qué no. Sí y no. Es más bien el objeto el que se recorta de la realidad, yo levanto lo que veo, y en realidad sólo elijo después, cuando estoy por pegarlo en uno de los libros.
Y la unidad de estos “collages” no se construye desde su interior, al contrario. Es siempre el marco el que limita y establece la unidad. Es el formato libro, y es el título del libro, lo que marca el límite. En El libro de los azules encontrados en la calle sólo entran cosas azules. Eso lo marca el título.
Pero dentro de ese límite marcado explícitamente por un afuera, por el formato libro, por el formato biblioteca, y por el título, no hay límites. El libro puede seguir creciendo hasta el infinito, convertirse en el libro más gordo del planeta, al menos hasta que la gente deje de tirar a la basura cosas azules. Pero si eso ocurriera, quedarian los demás colores. La gente tendría que dejar de tirar cualquier cosa que tuviera color. Y luego también existe El libro de las transparencias encontradas en la calle. Para que dejara de haber libros de la BiPA, tendría que darse una carrera armamentística al revés, una en la que la dejáramos de tirar cosas a la basura.
Se podría decir, y hasta lo he dicho, que la BiPA es anti-collage. Se siguen pegando cosas, de alguna forma recortadas de la realidad exterior al collage, pero la unidad viene impuesta por el marco, por un afuera. No se intenta hacer un objeto singular, sino un conjunto de objetos. El libro es un conjunto de objetos sin ton ni son, unificados por un título exterior. La biblioteca es un conjunto de objetos, libros, unificados por una (pseudo) institución exterior.
La diferencia que intento señalar se da entre ese impulso que viene de dentro y el impulso que viene de fuera. Pero siempre se apunta a una unidad.
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La unidad siempre implica un recorte de la realidad. Incluso la palabra realidad es uniitaria, singular. (La palabra irrealidad incluye a la palabra realidad, también, y de hecho, es al revés: la realidad incluye lo irreal.) Podemos tomar la salida fácil y decir realidades, pero lo hacemos para incluir, para que no se nos escape nada, creando así otra unidad. Lo que siempre se escapa es lo radicalmente distinto, lo que es tan diferente que ni siquiera tenemos palabras para nombrarlo. Ya con nombrarlo, o dejándolo que se nombre a sí mismo y aceptando ese nombre como válido, lo estamos trayendo hacia nosotros, y enseguida estamos buscándole un sitio en nuestro espacio unitario. O sea el espacio cuyas reglas fueron establecidas por nosotros.
La unidad implica un límite, y éste se impone desde dentro o desde afuera. Se impone porque requerimos esa unidad, que a fin de cuentas es como damos sentido a las cosas, al mundo, a la vida, a la comunidad, al individuo.
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La verdadera diferencia, la otredad total no sólo nos inquieta, nos resulta insoportable—y esa es nuestra más íntima, nuestra más completa cobardía ante el mundo y el universo, como individuos y como cultura. Incluso como especie. Hasta a Dios tuvimos que humanizarlo, traerlo a nosotros. Pero su otredad, su diferencia, es absoluta, y nos ha parecido mejor creer que no existe que tener que lidiar con algo que no podíamos absorber, incluir, hacer nuestro. Algo de lo que no nos podíamos apropiar.
El collage, el décollage y el anticollage son formas de incluir lo otro en lo uno, de hacer que lo que no cabe quepa, que lo que no ha lugar lo haya. Nuestra necesidad de dar sentido a las cosas lo requiere. El conocimiento, aunque digamos conocimientos, y el saber, aunque digamos saberes, es nuestro principal movimiento como especie hacia el sentido, hacia la unidad. Somos tan jodidos que nos aseguramos unos a otros sin cesar que lo que no se puede conocer no existe.
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(Dejo este espacio para que vayamos pegando lo radicalmente otro, lo que es esencialmente distinto, lo que no se ha podido conocer hasta ahora.)
(Lo interesante será ver qué queda, si es que lo podemos ver.)
NOTICIAS
1. Ifi, la gata del IF, desapareció por completo ante mis ojos. Ifi, la gata invisible del IF. Ella es de color gris, y detrás de ella había unos troncos de leña, también grises. Era el crepúsculo, la luz se iba desvaneciendo. Yo la estaba mirando, y de repente, no la vi más. Se había camuflado gris sobre gris y con el declive de la luz la diferencia entre uno y otro gris se borró. Tuve que acercarme para ver si todavía seguía ahí. Y sí, ahí estaba.
2. Los poemas están en Paseante Extranjero. Hay uno nuevo, por si les apetece. Y si quieren echar un vistazo al resto, a lo mejor encuentran algo que les interese.
3. En Dietario hay artículos que tienen que ver con la Biblioteca Popular Ambulante. El archivo de estas niusléters está en Niusléter. Y por sí a alguien le interesa invertir en estos artículos, hay un formulario que rellenar aquí. También, si les apetece hacer alguna donación que no sea mensual, pueden escribirme y les paso mi alias.
4. Tenía muchas más fotos y ejemplos, pero la plataforma me limita el tamaño del mail que puedo enviar. Igual: Google: Imágenes. Ya lo saben. Y en febrero, estaré dando un curso que tuvo mucho éxito hace unos años, ahora ampliado y renovado: Historia y teoría del collage. Pronto publicaré horarios y aranceles y esas cosas.