(Las fotos que aparecen en esta carta son del diario de mi anterior viaje, y las inserto aquí como acto de pre-magia, o de magia simpática.)
He hecho muchas cosas en la vida, vivido en unos cuantos lugares y visitado muchos más, pero aún falta. Falta un viaje.
En mi cuaderno escribí hace unos días esto:
No me falta escribir más poemas ni publicar más libros. No siento la necesidad de hacer nada más en el arte. No me falta conocer a la mujer de mi vida: ya la conocí, y aquí estoy: solo. Nunca quise tener hijos y no los tengo. Estoy bien con todo, no siento ninguna ansiedad, no necesito nada. Excepto ese viaje.
Todo eso es verdad. Excepto que por los poemas, los libros y lo artístico no tengo que hacer ningún esfuerzo, todo eso sale solo. Y en realidad es al revés, si pudiera, no haría nada público, lo haría para mí y para la gente que tengo cerca. Las ideas no faltan, quizá sólo el tiempo para desarrollarlas, y a veces, las ganas.
Pero digo que me falta un viaje, y es que siento que me hace falta un último gran esfuerzo mientras todavía tengo las fuerzas y la voluntad para hacerlo. En realidad lo que siento es la necesidad de ese esfuerzo, de un gran desgaste. Y digo que tiene que ser un viaje porque siento que aquí, donde estoy, no hay lugar para hacer un esfuerzo como el que creo que se requiere. En lo artístico, quiero decir. Aquí, el reconocimiento es barato y el dinero escasea, y cuando el dinero, el único valor fuerte en una sociedad, el que cuenta, no está, uno puede llegar a pensar que el esfuerzo no vale la pena. En el caso que me propongo, el esfuerzo no tiene por qué ser público. Puede ser algo que haga para mí sin demasiados aspavientos. Si de él sale algo artístico o poético, bien, pero no lo hago por eso.
Y ese viaje tiene que ser largo y arduo. Se me ocurren dos viajes que puedo incorporar en uno solo: un viaje alrededor del mundo y otro siguiendo la ruta de la PAnamericana. Por superficie—nada de aviones. Tengo esta idea desde hace años, pero nunca me la terminé de tomar en serio: siempre había algo que hacer, algo que terminar. O algún otro impedimento. Pero es hora de que me ponga en marcha. Hay mucho que hacer antes de partir. Por ejemplo, reunir el dinero necesario. Calculo que necesitaré dos o tres años intensos antes del día de partida. También tengo que aprender a hacer videos con la suficiente soltura como para que, durante el viaje, pueda sacar adelante una especie de diario audiovisual—claro, a la manera de la BiPA.
En fin, creo que el espíritu requiere de mí una última gran aventura antes de que el cuerpo se vaya al carajo. Esto suena a despedida, pero en realidad lo considero un nuevo principio, así como la BiPA lo fue en 2011. Y también es un retorno: al nomadismo físico y a mis orígenes (que nunca he abandonado) como extranjero en todas partes. Si mis poemas surgen de algún lado, tiene que ser de esta sensación de extranjería absoluta.
LA RUTA 1
Siempre hay que empezar donde uno ya está, y en mi caso, es Buenos Aires. Hay barcos de contenedores que tienen camarotes para pasajeros. No es barato, pero creo que cruzar el Atlántico en barco ya es en sí una aventura, y si no se hunde, un buen comienzo para el viaje. Por lo que veo, estos cargueros tocan un par de puertos en Brasil, y luego siguen hasta Europa, quizá parando en las Azores. Mi idea es llegar a Lisboa.
En Lisboa, hay que ir a saludar al Sr. Pessoa, aunque sólo sea en efigie, y comerse un bacalhau à brás. De ahí, un tren a Oporto, y luego ver si todavía se puede ir en tren hasta Vigo. La idea es llegar a Santiago de Compostela. Me encantaría pasar a ver a María Do Cebreiro, gran poeta, que acaba de tener una hija. Y Quico Cadaval me prometió una caminata por los alrededores de Aguiño. Un día en Coruña tampoco vendría mal: sigo teniendo buenos amigos ahí.
Tren a Madrid, probablemente un AVE. En El Prado hay cuadros que para mí son fundamentales y fundacionales. Pararme delante de ellos un rato es obligatorio. Quiero deambular por las calles de Madrid, parar en cafés y bares favoritos (si todavía existen).
Luego a Valencia, donde viví 10 años, y tengo gente querida. A ver si Carlos Ortin me lleva a comer a aquella casa de comidas al lado del Mercado del Cabañal. Haría falta pasar unos días con Carmen, contarnos las vidas, reírnos un rato. Siempre nos reímos mucho juntos, y aún ahora cuando hablamos por teléfono. Luego tengo que ver si convenzo a Pep Izquierdo para que me acompañe hasta Venecia. Por el camino, tendría que parar en Barcelona a ver a Rubén Verdú, y luego seguir a Ripoll a ver a la familia.
Hasta aquí, aparte del viaje en barco, sólo estamos hablando de unas vacaciones. No considero que el viaje haya empezado. Empezará después de Venecia, donde habrá que pasar un rato delante de La Tempestad y de algunos frescos de Tiépolo. De Venecia hay que ver de tomar un tren a Munich o Viena, de ahí a Berlín, para visitar a Felipe Sáez Riquelme, luego Varsovia, Minsk y Moscú. A partir de aquí comienza el territorio desconocido, donde como todo el mundo sabe, hay dragones.
El Transiberiano hasta Pekín. Visitar a mi primo Pere, que vive en China. Seguir a Hong Kong, de ahí a Japón—en barco, claro. En Tokio, será obligatorio que me compre una pluma, y quizá un par de cuadernos. Los japoneses fabrican el mejor papel del mundo. Después habrá tomar otro barco para cruzar el Pacífico hasta Norteamérica. Ahí, no importa en qué puerto me deje: tomaré trenes y/o autobuses a El Paso, siempre viajando lo más despacio posible. Hasta aquí, calculo que el viaje me habrá llevado entre 6 meses y un año, dependiendo de dónde me haya apetecido parar, o donde me haya quedado varado, así que parar en casa de mi familia será un descanso (de unas 6 semanas) antes de emprender la segunda fase del viaje. (Y ya que estamos, a lo mejor José García me lleva a comer a Mesilla.)
LA RUTA 2
Ésta será desde Juárez a Buenos Aires, siempre por tierra. (Bueno, no sé qué hay que hacer para atravesar el Darién, o para pasar de Panamá a Colombia, pero ya me las averiguaré.) Después, seguir por la Panamericana hasta Buenos Aires.
Me imagino que esta segunda parte del viaje me llevará lo mismo que la primera. Quiero ir parando lo más posible. Y es por una razón: necesito detenerme a escuchar. Mi primera lengua fue el catalán, y la lengua de casi toda mi educación, el inglés, y leo en algunas más. Pero mi lengua es el español, es mi lengua de vida y de trabajo, que no tiene por qué ser lo mismo, pero en mi caso lo es. (Cuando tenía veintipocos años todavía escribía en catalán y en inglés, luego a eso de los 25 decidí concentrarme en el español, en su riqueza y su pobreza, en sus miles de acentos y dialectos, la belleza de sus variaciones. Nada me produce más placer.) (Por mucho que Borges lo llamara "el mero español".)
El viaje por la Panamericana, de Juárez a Buenos Aires, sería en sí mismo un viaje de principio a fin: de donde nací adonde probablemente estire la pata. Pero antes, debo detenerme a escuchar: un viaje épico y lírico a la vez. Por ahora, en el estadio de la imaginación, siento que el viaje alrededor del mundo no es más que un entrenamiento para éste. Un viaje para agudizar los sentidos, oyendo lenguas que no entiendo, comiendo cosas que tampoco entiendo.
Doy por sentado que escribiré mucho durante el viaje, o los dos viajes. Estoy viendo de ampliar mi escritura a otros medios, como el audio y el video y su combinación. Estos ejercicios de escritura formarán parte del viaje porque no tiene sentido huir de la propia naturaleza. Y escribir en movimiento siempre ha formado parte de la mía. A lo mejor por eso, por mi incapacidad de quedarme quieto mucho rato, nunca escribí una novela. (Aunque la razón real es que no tengo nada que decir por ese medio.)
Por redundante que parezca, es la idea de movimiento lo que me mueve a tomar esta decisión, que llevaba unos meses percolando hasta que, hace unos días, cuajó. Y no sólo el movimiento físico, andar de un lugar a otro, sino el espiritual: poner en marcha el cuerpo para poner en marcha el espíritu, el alma, como quieran llamarlo.
Escribir esto es como hacer un contrato conmigo mismo. Cuando se me mete algo entre ceja y ceja, es difícil que no lo lleve a cabo, por difícil que resulte, pero hace mucho ya que tengo el espacio entrecejal vacío. Es hora de ocuparlo. Me llevará dos o tres años juntar el dinero y las habilidades que me parecen necesarios. En ese tiempo, he de terminar el Registro y cerrar la BiPA, donde todavía queda mucho por hacer.
Si sobrevivo el viaje, los viajes, es posible que me quede energía para una última obra grande. O a lo mejor ya no hace falta. Veremos.
NOTICIAS
1. Ifi, la gata del IF, normalmente duerme en el galpón. De hecho, si está en mi cuarto, a eso de las 10 de la noche se levanta y sale sin que haya que decirle nada. Estos días, sin embargo, ha hecho tanto frío que no hizo ni el amago de levantarse. Estaba hecha un ovillo en un rincón y me miraba, supongo que pensando a ver si la iba a dejar quedarse. Y la dejé, claro.
2. El Ministerio de Cultura y el Museo del Libro y de la Lengua, instituciones vanguardistas donde las haya, acaban de anunciar un concurso de cuentos de amor. ¡Já! Como decía la gente de Boca: ¡Sigan participando!
3. Ifi manda saludos de cumpleaños al Bisonte. La Biblioteca Popular Ambulante también, pero con esa seriedad institucional que la caracteriza.
4. De la Niusléter pasada, "23 polvos", salió un poema que me salió un pelín oriental, pero que creo que funciona. Pueden echar un vistazo aquí.
5. Hoy y mañana, últimas dos tardes de la Bienal de Escuchar en el IF. Si no se apuntaron para venir, es demasiado tarde. Ahora hay lista de espera. (Creo.)