Estos días atrás me llegó un mail del futuro. Me lo mandé yo mismo, pero ya siendo otro en el futuro, desde el futuro. Y no puede ser un futuro demasiado lejano, ya que tengo 57 años y no duraré mucho más. No creo que la gente de Silicon Valley, con sus fantasías, su meta de cambiar la humanidad en lo fundamental, llegue a inventar el artilugio o la sustancia necesarios para que el bicho humano individual viva para siempre. Al menos no mientras yo viva. Así que el mail llega de un futuro cercano. O para complicar las cosas, llega de un futuro reciente. Aquí va:
Hey Roger!
Aquí tú mismo, yo mismo, desde el futuro. No sé por qué, pero esta mañana me acordé de aquella serie que escribiste—escribí—escribimos—en la Niusléter sobre cocina y comida, esa movida de la gastrología, y se me ocurrió contarte cómo están las cosas ahora. (Acabo de escribir “escribiste—escribí—escribimos”. Escribiré en plural, ya que somos dos: tú en el pasado, yo en el presente, o tú en tu presente y yo en tu futuro.) (No sé si te alegrará saber que la Niusléter todavía existe. Se distribuye por otros medios, pero sigue funcionando. Ya no la escribo yo, claro. Ahora tengo un par de asistentes que hacen toda la parte audiovisual y 3D, mientras que un algoritmo hace la parte escrita. O al menos hace toda la parte que consiste de lugares comunes y donde la sintaxis y el vocabulario no tienen nada de particular. Yo le doy el tema y el algoritmo escribe el artículo, luego lo edito, que es como añadir un saborizante, y lo personalizo un poco. No demasiado, porque ahora, si el texto parece demasiado personal, o expresa una opinión distinta, la gente se ofende y ruega a los dioses de la red para que te cierren el chiringuito. No te diré quiénes son esos dioses ahora para no estropearte los próximos veinte años.)
Voy al tema. Ahora está prohibido cocinar en casa. Al menos la gente que tiene casa, o departamento. La mayoría viven en espacios compartidos. Está prohibido por ley, y una función de la policía es vigilar que nadie cocine. Es todo cuestión de seguridad, claro. No porque abundaran las fugas de gas, los cortocircuitos, las explosiones y los incendios, sino por lo que ahora llaman “seguridad alimentaria personal, o SAP. Por ley, tenemos que comprar la comida ya hecha, y por toda la ciudad hay lo que llaman Cocinas Populares (CP), donde la venden. (Ahora todo el país vive en 6 ciudades. Se puede ir a las playas, si tienes el pasaporte electrónico adecuado, pero no se puede visitar el resto del territorio, por razones de seguridad, que está dedicado a la agricultura y la cría de animales. El trabajo lo hacen robots, o vehículos controlados remotamente. También hay técnicos que van para allá cuando hay que reparar algo, pero no conozco a ninguno personalmente.)
En las CPs, la mayor parte del trabajo también está en manos de robots, pero hay cocineros y técnicos sumamente especializados que se ocupan de no sé qué. Todo súper higiénico, claro. Y la razón, como ya te imaginarás, es la seguridad. También está el factor comodidad: “la liberación de la esclavitud ante los fogones”. Esa es una cita de los primeros discursos políticos que abrieron paso a esta serie de leyes y a toda la tecnología. En los medios no paraban de hablar de todo el tiempo libre que tendríamos al no tener que cocinar, hacer la compra, etc. De hecho, ahora, en los medios la sección más importante es la de Tiempo Libre, miles de sugerencias de lo que puedes hacer para no aburrirte. El otro día, por ejemplo, sacaron a una tía que colecciona libros de papel. Parece ser que los lee y todo. También se habló mucho del espacio cerebral que quedaría liberado al no tener que ocuparnos de la comida, adquirir los conocimientos y las técnicas necesarias para cocinar, o la información sobre sistemas nutricionales, etc. En mi humilde opinión, ese espacio quedó liberado al aburrimiento, aunque la gente joven está encontrando nuevas maneras de ocupar el tiempo. No te las detallaré para no estropearte el desayuno.
Estoy seguro de que te imaginas que la SAP se regula por una app en el teléfono o un chip implantado en la pituitaria. Bueno, es una serie de microchips implantados en el cerebro y otras partes del cuerpo. Ahora los implantan en recién nacidos. Al principio, tenías que tener 13 años y 6 seis meses, ve tú a saber por qué. Los chips regulan lo que hay que comer en un momento dado, hoy al medio día, el miércoles por la mañana o el martes a la hora de la merienda. Te dan la proyección de varios días, y el orden en el que tienes que consumir la comida. Evidentemente, un algoritmo recibe tus datos físicos, vitales y emocionales, y de ahí elabora el menú.
Te da opciones, eso sí, pero limitadas. Por ejemplo, si te propone un bife con fritas, no puedes cambiar las fritas por ensalada así como así. Las puedes cambiar por otro carbohidrato frito, batata o yo qué sé. Una parte fundamental de la implementación de este sistema es que incorpora la libertad de elección—hasta cierto punto. Al principio los libertarios se quejaron de que perdían esa libertad (cacerolazos, marchas, protestas en la red, lo mismo de siempre), pero la gente se alegró de quedar liberada de la esclavitud de las opciones infinitas, de no saber qué elegir de tanto que hay.
Todo esto lo maneja el Estado, por supuesto, en colaboración con una supermultinacional que trabaja en cuestiones de tecnología, química y agricultura. Es un gran conglomerado de lo que fueron empresas individuales en tú época. Tampoco te diré qué empresas porque como ya dije antes, no quiero estropearte el desayuno. Pero sí te interesará saber que el sistema se instaló durante la gran crisis alimentaria que hubo en Argentina en los 2020s. Ya lo verás.
(Por cierto, dale cariños a Ifi de mi parte. Dile que tengo a su descendencia aquí conmigo: Ifi-3 e Ifo-2, que es un cabronazo al que mandamos castrar hace unos meses, pero no ha cambiado. Te alegrará saber que el IF sigue en pie, en el mismo lugar, pero en otro edificio. Ahora ocupamos un rascacielos de madera muy interesante, obra de LZ, GD y LG, y tenemos nuestra propia CP, que viene muy bien para las Sesiones que sí, todavía se hacen. A veces bajo y participo en ellas, si me apetece. Normalmente doy las conferencias, los pagüerpoins, desde mi cuarto, así no tengo que hacer sociales. You know the deal, carnal.)
Un momento. Aquí Roger del presente. Quiero insertar un comentario. En la antigua Unión Soviética se llegaron a construir departamentos sin cocina en grandes bloques. La buena persona socialista debía ir al comedero público de su sector y consumir la excelente y abundante comida industrial soviética, todo decidido por los expertos en agricultura, agroindustria y nutrición del Ministerio. Por desgracia, nunca tuvieron buenos cocineros, y la comida nunca abundó ni fue tan buena. La idea fracasó por inoperancia del Estado y sus funcionarios. Lo que me parece interesante de lo que me estoy contando desde el futuro, es que parece que el sistema es eficiente y que la gente está contenta. Nótese ese comentario de que en el IF del futuro tenemos nuestra propia CP. ¿No se le nota a mi yo futuro un deje de entusiasmo en el tono?
El capitalismo del siglo XX también instaló grandes cambios en la política alimentaria de su población. Sobre todo en EEUU. Mucha comida empaquetada, precocinada. Y en la última mitad del siglo se construyeron muchos departamentos con cocinas mínimas, dando por sentado que las mujeres saldrían a trabajar, liberadas de su esclavitud milenaria, y que los hombres no iban a cocinar. A principios de este siglo, sin embargo, con el renovado entusiasmo por la cocina y la comida, las cocinas pasaron a ser cada vez más grandes, incluso convertidas en el espacio principal de la casa, como lo fueron en otro momento.
Volvamos al futuro:
En cuanto a este consorcio Estado-empresa que regula la alimentación, sus críticos lo han llamado el Estado total-culinario o, infelizmente, el Estado totalimentario. Y sí, tiene algo de totalitario cuando el estado tiene toda la información de lo que te pasa corporal y emocionalmente. Pero la verdad es que mucha gente siente esto como una liberación: no tener que ocuparse de su propio bienestar les aporta tranquilidad, aunque sea obligatoria. Al principio hubo algunos escándalos, por errores en el sistema que a algunas personas les produjeron desequilibrios metabólicos o incluso en la química del cerebro. (Por esto último hubo un célebre asesinato con cuyos detalles no te aburriré—mejor que lo disfrutes en tiempo real, como en lo de De Quincey.) Pero ahora ya no hay escándalos de esta clase. No sé si han sido silenciados, o si es porque el sistema funciona perfectamente. El caso es que no conozco a nadie a quien el sistema le haya fallado, al menos no de manera catastrófica o permanente.
El sistema totalimentario, por llamarlo de alguna manera, o apropiándome de una palabra inventada por sus críticos, ha sido muy eficaz, parece, en aliviar al sistema médico-industrial de un gran peso. También a los seguros médicos privados y las obras sociales. O la obra social, así, en singular, porque ahora ya sólo hay una. Sigue habiendo seguros privados, que me parecen innecesarios, aunque hay gente que los considera de máxima importancia. Lo cierto es que el sistema totalimentario previene muchas enfermedades y condiciones crónicas. También, por si te lo preguntabas, te avisa del ejercicio que tienes que hacer y lo monitorea mientras lo haces. La gente, en realidad, está en una forma física totalmente envidiable en tu época. Te sorprenderá verlo—y vivirlo en tu propio cuerpo.
Para la gente que tiene algún desequilibrio físico e incluso cerebral, el sistema regula las medicinas que se incorporan a su comida. Esa gente es consciente de su condición, pero no se da cuenta de los remedios, al menos en la mayoría de los casos. Ahora incluso la quimio es por medio de la comida, con un montón de paliativos para evitar malestares. Y si el sistema te dicta la comida, el tipo de nutrientes que has de consumir, el ejercicio que tienes que hacer, e incluye las medicinas que necesitas, también te manda a terapia psicológica si ve que todavía la necesitas. La terapia puede ser simplemente conectándose al sistema y contestando preguntas y rellenando formularios, o si tienes mucho dinero, puedes ir a ver a un psicólogo de carne y hueso. O psicóloga, porque ahora sólo dan licencias a mujeres. Quedan hombres, pocos, pero con la licencia antigua.
Como ves, el sistema totalimentario ha introducido toda clase de eficiencias en la interacción humano/mundo o cuerpo/sistema nunca antes vistas, o consideradas posibles, y mucho menos éticas. Los críticos iniciales equipararon este sistema con la eugenesia de finales del siglo XIX y principios del XX, pero ya nadie les presta atención. Lo cierto es que durante un tiempo se oyó hablar de personas que eran sustraídas del sistema porque su salud o su condición no estaban al nivel requerido. O porque le salían demasiado caras al complejo médico-industrial, fuera éste el público o el privado, sobre todo el privado. Pero no he sabido nada de esto en los últimos 3 ó 4 años.
Lo que sí he oído son rumores de que en algunos países—no en éste—hay gente que huye del sistema y de las ciudades (en las ciudades está todo monitoreado, no hay manera de circular sin los chips y los permisos/pasaportes necesarios) y van a sitios donde les extraen los chips (que tiene que ser doloroso), y luego escapan a zonas que no están dominadas por la supermultinacional tecnoagroquímicaindustrial (o STAQI), donde se instalan en pequeñas colonias autónomas, comunidades anarco-culinario-agrícolas (o CACAs, como sale por las siglas). Si hablan de esta gente, cosa que prácticamente no ocurre, los medios dicen que son terroristas o gente enferma o psicótica. Meten miedo. (Medio y miedo son anagramas baratos uno del otro, ¿no?) En mi opinión, son unos jipis y ya está. No hay que preocuparse por ellos.
En cuanto a la comida en sí, te diré que no está nada mal. El sistema abre una ventana de un par de horas cada dos semanas que te permite cambiar algunas de tus preferencias. Yo, por ejemplo, llevo todo el mes en modo comida mexicana, y ahora estoy dudando de si cambiarme a japonesa o nigeriana, que también me gustan mucho. Hay gente que se queja y dice que deberíamos poder cambiar el tipo de cocina a placer. En mi opinión, es gente ignorante que no entiende los problemas logísticos que estos cambios suponen en el mundo real. No sólo hay que mover ingredientes, sino chefs, utensilios, reprogramar robots, un montón de cosas. Cada quien tiene una CP asignada, aunque puede comer en otras, si cumplen las condiciones de sus preferencias. En la CP del IF, por ejemplo, tenemos que discutir los cambios entre nosotros, negociar, etc., porque no es una de las grandes, como las que hay en el Microcentro. No tenemos la capacidad para tener más de dos estilos de cocina a la vez. (El otro día me enojé con LZ porque él quería cambiar a vegetariana india y yo quería sureña estadounidense, y como no llegamos a un acuerdo, se nos pasó el tiempo y la ventana de los cambios se cerró—así llevamos estas últimas dos semanas con comida mexicana, bueno todo el mes.) (Normalmente tenemos dos estilos culinarios, como dije, y uno es omnívoro mientras que el otro es vegetariano o incluso vegano. Ese fue un acuerdo al que llegamos, a instancias de AG (carnívoro) y AN (vegetariano), todo a instancias de FC que fue la que metió algo de paz en la discusión. Eso fue hace años, al principio. Me acuerdo que me dio mucha rabia que GD y LG se rieran de nosotros mientras discutíamos. Incluso me levanté y me fui de la discusión. Cuando vivas ese momento, tú también te levantarás y te irás, no hay forma de cambiar lo ocurrido en el pasado/futuro, así que no te preocupes y no le eches la culpa a los a77, la culpa será tuya/mía por no bancarnos las bromas.)
En cuanto a cocina experimental o de vanguardia, sigue habiendo. Ahora son todo franquicias con una, dos o tres estrellas Michelin. Pero sale caro ir a esos sitios, y yo sólo he estado en un par: en McDonald’s (dos estrellas), y en otro que no reconocerás porque en tu época todavía no existe. Claro, uno va a estos sitios, y por mucho que experimenten, todavía tienen que adherirse a lo que manda el sistema para la dieta personal de cada quien. A veces no tienen los ingredientes o el personal especializado y te rechazan, pero no pasa mucho. Son bastante eficaces, increíblemente. Y caros, como ya dije. Restaurantes normales, los de siempre, ya no hay. Fueron sustituidos, a veces a la fuerza, por las CPs.
Bueno, tengo que dejarte, que ahora tenemos una reunión para decidir quién viene a la XII Bienal de Escuchar, y FC se cabreará si no aparezco. Por cierto, la gente nueva que ha ido entrando a laburar en el IF te caerá bien, la mayoría. Hay un ex-terraplanista que es medio un pesado, pero podrás evitarlo sin problema. Espero que te sirva esto para la Niusléter. Bueno, ya sé que te sirvió porque el texto de este mail está copiado de lo que publicaste, o vas a publicar, en su momento, menos la parte que te digo que saques, claro). Ya te arreglarás. Te mando un autoabrazo a través del tiempol— rc
Otra nota del presente: Cuando era chico no me gustaba demasiado comer. Y menos cuando la comida interrumpía mis juegos. Soñaba con el día en que en lugar de comer, hubiera una píldora que, con medio vaso de agua, suministrara todos los nutrientes necesarios. Hay gente en el universo nerd, considerada adulta, al menos en años, que tiene este mismo sueño, y trabajan para que se cumpla. Por lo que dice mi automail del futuro, será innecesario. Ah, y otra cosa. En este mail parezco bastante conforme con el sistema que describo—describe—describimos. Esto me parece extraño porque yo siempre me quejo de todo. A lo mejor es que en la vejez me resultará más fácil adaptarme a los cambios en la realidad. Veremos.
RECOMENDACIÓN MUSICAL DE LA SEMANA
El cine me ha estropeado cualquier placer que pudiera derivar de la música del siglo XIX. Con su sentimentalismo cutre, su música anticipatoria, manipulativa, derivada de la del siglo antepasado, no puede caber duda de por qué termino detestando el 95% de las películas que se hacen. Deberíamos volver al cine mudo.
En cualquier caso, la recomendación de hoy es una de las primeras piezas que me senté a escuchar completas cuando tenía 15 años. La escuché de nuevo el otro día, muchos años después que la última vez, y volvió a emocionarme, cosa que no me esperaba.Tchaikovsky, Concierto para Violín en D mayor, Op. 35
NOTICIAS
1. Ifi, la gata del IF desapareció esta semana. O al menos en efigie. Lo que pasó es que hubo días de calor y en esos días no le vi el pelo, excepto a la hora de comer. Se pasaba todo el tiempo en el patio, o por los tejados. Luego vino la tormenta de Santa Rosa, bajaron las temperaturas, y volvió a entrar. Y volvió a ponérseme en las piernas mientras escribo por las mañanas. (El comentario sobre Ifi que aparece en el texto principal, surgió de que de mis piernas saltó al escritorio y exigió que le abriera la ventana. Es una pesada. Sabe perfectamente que tiene abierta la otra ventana, pero no, tiene que salir por esta, que da exactamente al mismo sitio.) (Por cierto, Ifi manda su pésame a los cohabitantes de la casa fue de Sarandí.)
2. Hay un poema nuevo: Construcción del día. Surgió de una especie de parálisis mental/laboral que atravesé esta semana. Creo que se nota emocionalmente en el poema, aunque eso lo tienen que decir ustedes. ¿Funciona?
3. Eso en cuanto al clima interior. En cuanto al exterior, disfruté un montón de la lluvia la otra noche. Salí a la calle a ver llover. No había un alma.
4. Esta semana empecé a leer Guerra y paz, uno de esos libros gordos que normalmente hay que evitar y uno que hace 40 años que vengo evitando. Pero bueno, me puse a ello. Tardaré un tiempo, porque sólo lo leo en la cama, justo antes de dormir, pero ya avisaré cuando lo termine.