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AB me contó su proyecto de leer sólo cosas escritas originalmente en español, nada en otras lenguas, nada traducido. Esto por diez años. Me pregunto qué hará con el portugués, con el catalán. O a lo mejor se trata de sólo leer cosas escritas en las lenguas ibéricas. Evidentemente, AB ha empezado a poner excepciones. Quiere volver a los diarios de Cheever. Su novela favorita es italiana. El otro día comentó que no sabe qué hacer con Carver, cuyos cuentos la afectaron tanto en otra época. Propuse conservarlos en el recuerdo, pero no sé si eso le sirve a una relectora compulsiva como ella.
El proyecto me gusta mucho. Pensé en sumarme, pero el inglés ha sido una parte tan importante de mi vida, que no sé si me atrevo a renunciar a él. Y si digo que sólo voy a leer en lenguas ibéricas y en inglés, pues ya estoy haciendo trampa. El juego ya no es el mismo.
Sin embargo, podríamos jugar mentalmente a leer sólo en español, por ejemplo. Sólo lo que se escribió en español, eliminando las traducciones. ¿Qué pasaría?
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Creo que, al cabo de muy poco tiempo, nos daríamos cuenta de todo lo que carecemos en cuanto a literatura, filosofía y muchos otros tipos de textos. Lo interesante sería ver si nos abocamos a la pobreza intelectual y espiritual, o si la nueva demanda traería nuevos escritores, nuevos tipos de escritores, y hasta nuevos tipos de lectores.
Ya veo la trampa. Los escritores nuevos saldrían a ver qué se está publicando en otras partes y lo imitarían. Pero pongamos que la mitad de la población lectora se dedica exclusivamente a lo escrito en español, y la otra mitad puede leer lo que quiera. Esa segunda mitad serviría como grupo de control en nuestro experimento, y llamaría la atención a esos escritores que se propusieran la trampa de imitar lo de fuera.
Entonces, al cabo de unos años–porque el mundillo editorial es lento–es probable que empezáramos a ver nuevas ideas, nuevas formas, nuevas direcciones en la literatura en español. Y sería porque existe una demanda. Al menos una no satisfecha desde Frankfurt, el mercado mundial del libro, donde se negocian los derechos de tantas traducciones.
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Soy una especie de nostálgico, eso está claro, yo que carezco de nostalgia en todo (excepto en los cafés y los bares, que están en vías de extinción). Siento nostalgia por un sistema literario propio, libre no tanto de influencias extranjeras, de ideas que no son nuestras, como de su mala imitación. Ahora es demasiado tarde, sin embargo. La mayor influencia extranjera ya no entra por la literatura, sino por las redes sociales. Y no hay nada más extranjero que eso. Que las plataformas vengan todas de otro lugar significa que la base ideológica que las gobierna también es pajuerana. Por mucho que nos digan que las matemáticas son universales, qué se hace con ellas no lo es tanto. Las redes son la Meca de la mala imitación.
Esta semana estuve construyendo—ayudando a construir—un mueble gigante en las oficinas de una empresa informática. Oyendo a hablar al personal, que discutía problemas de programación, me quedó claro que pensaban de otra manera. Al menos de una manera distinta a mi manera literaria. Y eso está bien. No creo que nos quede otra.
(Debo admitir que buena parte de la producción de la BiPA es algorítmica, aunque de manera muy simple. Quizá sea ésta una suerte de imitación de las formas de producción cultural actuales. Si lo es, no me cabe la menor duda de que se trata de una imitación sarcástica.)
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Cuando Miguel de Unamuno dijo, “Que inventen ellos”, nos metió en un lío tremendo. Unamuno pensaba que los Europeos podían dedicarse a la tecnología mientras que los españoles, o sea nosotros, o sea las gentes que hablamos español en cualquiera de sus variantes, nos debíamos dedicarnos a lo espiritual y lo literario. El problema es que no funciona así. La tecnología y la economía están íntimamente ligadas, y éstas influyen o incluso marcan la dirección de lo artístico, o sea de lo espiritual. La imprenta de Gutemberg fue un proyecto tecnológico por motivos económicos.
Luego la nueva espiritualidad, derivada de esas condiciones objetivas, influye en ellas a su vez, retroalimentándolas, generando nuevas posibilidades y nuevos límites, abriendo y cerrando puertas en distintas combinaciones. La imprenta permitió la divulgación de la Biblia, traducida o no, y eso permitió otras espiritualidades. Hasta se podría decir que la Biblia se tradujo precisamente porque la imprenta había abierto un mercado para ella.
(¿Lo ven? Con esto de cerrar y abrir puertas en distintas combinaciones ya estoy pensando en unos y ceros, ya estoy pensando matemáticamente, como si esa fuera la única puerta por donde se puede pasar.) (Pero también estoy pensando en términos de la historia cultural de Occidente. Soy de una generación híbrida, que ha vivido bajo el antiguo régimen tecnológico y el nuevo.)
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Lo que ocurre cuando las condiciones objetivas marcan la dirección espiritual, por mucho y que luego la espiritualidad las retroalimente, es que esa espiritualidad será otra. En el caso de la actualidad, es otra y no la nuestra. O por lo menos hemos tenido muy poco que aportar a la nueva, hemos sido meros seguidores. Por eso me parece tan interesante el experimento de AB, que casi es una excavación arqueológica en lo que fuimos y ya no seremos.
No lo seremos como cultura, pero podemos serlo individualmente. Y por ahí se pueden abrir nuevas posibilidades, nuevas puertas.
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Pero no quiero caer en ningún tipo de nacionalismo, aunque sea latinoamericanista. La primera pregunta que hay que hacer siempre a los nacionalistas es: ¿A quién estás dispuesto a matar? O por lo menos a echar del país. La segunda pregunta es: ¿Qué significa “lo nuestro”?
Por ejemplo, ¿no son ya nuestras, o parte de nuestra experiencia, las redes sociales que yo tanto detesto? Ahora bien, ¿qué podemos hacer con ellas más allá de la imitación?¿Qué hacemos con prácticamente toda la tecnología que usamos, desde el sacacorchos hasta el auto y la computadora? Todo eso que viene de afuera e influye profundamente en lo que somos, en qué y cómo pensamos, en cómo sentimos, ¿lo eliminamos también? ¿Obligamos a que todo eso se produzca en el país? ¿Y luego nos quejamos porque esas empresas quieren llevarse el dinero legítimamente ganado en lugar de invertirlo aquí? Los dueños de la tecnología son los que suelen dictar las condiciones, objetivas o no.
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El experimento de AB me interesa porque implica averiguar qué podemos pensar, sentir, decir aquí y desde aquí, dadas incluso las condiciones objetivas que tantos obstáculos parecen poner. Aunque de entrada suponga cerrar puertas–y ya quedamos en que la sustitución de importaciones no vale–, creo que la idea general es abrir nuevas. Y la esperanza está en que esas nuevas ideas, sacadas a lo mejor de lo viejo, sirvan para influir también en las condiciones objetivas y en sus puntos de origen.
En otras palabras, aunque no podamos recuperar la voz del pasado, a lo mejor podemos crear una voz del presente y hacia el futuro, una que incluya nuestra experiencia del mundo en esas condiciones objetivas, en lugar de al revés. Una voz que sirva para cambiar las condiciones en las que nos vemos obligados a vivir.
(Para volver a uno de mis viejos caballitos de batalla, si nuestros países instituyeran como ley el derecho de reparación de cualquier máquina, eso sería un primer paso hacia una especie de autonomía cultural y hasta espiritual. No podemos negar nuestra relación con el mundo material, pero sí que podemos intentar otro tipo de relación.)
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Nada hay de nuevo en lo que he dicho hasta aquí. Ha habido varios intentos en las últimas décadas de leer sólo a los latinoamericanos, por ejemplo. No han funcionado porque la consigna venía de arriba, y la lectura suele darse en privado, es en gran medida individual. Se puede intentar en una clase, pero generalizarlo es muy difícil, a menos que nos propongamos una buena serie de quemas de libros y ejecuciones públicas de sus lectores, como ya se vio en China y en Alemania el siglo pasado.
El experimento debe ser individual. Si luego se generaliza, y no genera repercusiones negativas para quienes no se adhieran, puede ser de lo más positivo.
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De cualquier manera, admiro este experimento personal de AB, incluso lo envidio. No puedo sumarme porque implicaría negarme a mí mismo, negar lo que soy: un lector trilingüe desde el principio. Pero sí que estoy dispuesto a dejarme llevar por los entusiasmos de AB, por sus lecturas, sus descubrimientos.
Para cerrar el artículo y abrir otra puerta, he aquí uno de esos descubrimientos, uno de los mejores y más potentes poemas escritos en español en el siglo XX. No hay nada comparable, que yo sepa, en el inglés moderno, y desconozco la mayor parte de lo que se ha publicado en otras lenguas. Lo comparto con ustedes para compartir un entusiasmo compartido. Es de Luis Cernuda:
Lázaro
Era de madrugada. Después de retirada la piedra con trabajo, porque no la materia sino el tiempo pesaba sobre ella, oyeron una voz tranquila llamándome, como un amigo llama cuando atrás queda alguno fatigado de la jornada y cae la sombra. Hubo un silencio largo. Así lo cuentan ellos que lo vieron. Yo no recuerdo sino el frío extraño que brotaba desde la tierra honda, con angustia de entresueño, y lento iba despertar el pecho, donde insistió con unos golpes leves, ávido de tornarse sangre tibia. En mi cuerpo dolía un dolor vivo o un dolor soñado. Era otra vez la vida. Cuando abrí los ojos fue el alba pálida quien dijo la verdad. Porque aquellos rostros ávidos, sobre mí estaban mudos, mordiendo un sueño vago inferior al milagro, como rebaño hosco que no a la voz sino a la piedra atiende, y el sudor de sus frentes oí caer pesado entre la hierba. Alguien dijo palabras de nuevo nacimiento. Mas no hubo allí sangre materna ni vientre fecundado que crea con dolor nueva vida doliente. Sólo anchas vendas, lienzos amarillos con olor denso, desnudaban la carne gris y fláccida como fruto pasado; no el terso cuerpo oscuro, rosa de los deseos, sino el cuerpo de un hijo de la muerte. El cielo rojo abría hacia lo lejos tras de olivos y alcores; el aire estaba en calma. Mas temblaban los cuerpos, como las ramas cuando el viento sopla, brotando de la noche con los brazos tendidos para ofrecerme su propio afán estéril. La luz me remordía y hundí la frente sobre el polvo al sentir la pereza de la muerte. Quise cerrar los ojos, buscar la vasta sombra, la tiniebla primaria que su venero esconde bajo el mundo lavando de vergüenzas la memoria. Cuando un alma doliente en mis entrañas gritó, por las oscuras galerías del cuerpo, agria, desencajada, hasta chocar contra el muro de los huesos y levantar mareas febriles por la sangre. Aquel que con su mano sostenía la lámpara testigo del milagro, mató brusco la llama, porque ya el día estaba con nosotros. Una rápida sombra sobrevino. Entonces, hondos bajo una frente, vi unos ojos llenos de compasión, y hallé temblando un alma donde mi alma se copiaba inmensa, por el amor dueña del mundo. Vi unos pies que marcaban la linde de la vida, el borde de una túnica incolora plegada, resbalando hasta rozar la fosa, como un ala cuando a subir tras la luz incita. Sentí de nuevo el sueño, la locura y el error de estar vivo siendo carne doliente día a día. pero él me había llamado y en mí no estaba ya sino seguirle. Por eso, puesto en pie, anduve silencioso, aunque todo para mí fuera extraño y vano, mientras pensaba: así debieron ellos, muerto yo, caminar llevándome a tierra. La casa estaba lejos; otra vez vi sus muros blancos y el ciprés del huerto. Sobre el terrado había una estrella pálida. Dentro no hallamos lumbre en el hogar cubierto de ceniza. Todos le rodearon en la mesa. Encontré el pan amargo, sin sabor las frutas, el agua sin frescor, los cuerpos sin deseo; la palabra hermandad sonaba falsa, y de la imagen del amor quedaban sólo recuerdos vagos bajo el viento. Él conocía que todo estaba muerto en mí, que yo era un muerto andando entre los muertos. Sentado a su derecha me veía como aquél que festejan al retorno. La mano suya descansaba cerca y recliné la frente sobre ella con asco de mi cuerpo y alma. Así pedí en silencio, como se pide a Dios, porque su nombre, más vasto que los templos, los mares, las estrellas, cabe en el desconsuelo del hombre que está solo, fuerza para llevar la vida nuevamente. Así rogué, con lágrimas, fuerza de soportar mi ignorancia resignado, trabajando, no para mi vida ni mi espíritu, mas por una verdad en aquellos ojos entrevista ahora. La hermosura es paciencia. Sé que el lirio del campo, tras de su humilde oscuridad en tantas noches con larga espera bajo tierra, del tallo verde erguido a la corola alba irrumpe un día en gloria triunfante.
NOTICIAS
1. Ifi, la gata del IF, se sienta afuera de mi cuarto, y espera. Si me giro y le digo algo, maúlla. Se me ocurre que quiere comida, pero no es así. En cuanto salgo, corre a su lugar (el que sea que esté usando estos días), y hay que acariciarla. El otro día, harta de esperar, entró en el cuarto. Pensé que quería salir por la ventana, y se la abrí, pero no, en cuanto le presté atención echó a correr a su lugar. Yo fui detrás y la acaricié un rato.
2. Mañana, sábado 6 de abril a las 20h., hay Sesión en el IF. Se contarán tres proyectos que tienen que ver con la Memoria en Argentina, y cómo se manifiesta en las condiciones actuales. Toda la data está en el Instagram del IF @investigacionesdelfuturo.
3. Los poemas están en Paseante Extranjero. Más información sobre la BiPA está en @bipambulante, en Instagram. Para echar una mano a la Niusléter (mala imitación de un sustantivo inglés), pueden pasar por caja AQUÍ.
4. Me gusta siempre poner cuatro entradas en las noticias, y esta vez sólo tengo tres. Pasa algo raro cuando he tenido una semana de mucho trabajo, se me ocurren menos cosas, quizá porque estoy tan metido en lo que tengo que hacer.