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Hay días en que uno anda por el centro de la ciudad y nota una especie de silencio. Es un silencio de ciudad, que se puede llamar así porque hay poca gente por la calle, poco tráfico. Uno siente que flota en ese silencio extraño, como si no fuera posible agarrarse a algo físico, tocar una pared, entrar en un edificio. Y no me refiero al silencio de los domingos por el centro, sino a días normales de semana. Es como si la ciudad respirara de otra manera.
El lunes no fue uno de esos días. Tenía recados que hacer por el centro, y fui temprano. Enseguida noté que el subte iba lleno, o más lleno de lo acostumbrado a esa hora. Sentí una tensión en el aire. Ya en el Bajo, y por la calle, había mucha gente, como si nos hubieran invitado a todos a la misma fiesta. Hice lo que tenía que hacer, mis dos recados, y al salir del segundo, encontré justo delante mío una librería que no había visto, que no estaba la última vez, quizá hace tres semanas, que pasé por ahí.
Era una librería de viejo. Me acerqué al escaparate, y me quedé de piedra con los precios: ¡baratísimos! Unos días antes, me había detenido frente a la vidriera del Ateneo y me había quedado petrificado por lo opuesto, precios altísimos. (Pondré los precios en dólares, ya que todo el mundo en Argentina los entiende, y así también se entiende afuera lo que intento decir.) Siempre me pareció absurdo pagar 25-30 dólares por una novela. Menos mal que no leo novelas. Pero todo lo demás está caro también. Hay que considerar que ése es el sueldo de un día para mucha gente en este país. Si uno además es lector de novelas, tomando en consideración que las novelas que se publican ahora se leen bastante rápido, si uno se lee una novela por semana, está gastando el 20% de su sueldo en eso. Imposible que las masas lean, así.
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En esta librería, había grandes libros de arte por el precio de una novela. La diferencia es que la mayoría de las novelas no se prestan a una segunda lectura, no aportan lo suficiente, mientras que los libros de otro tipo pueden ser libros a los que uno vuelva una y otra vez. Me pasa con muchos libros de arte, de filosofía, de historia, de poesía. En las épocas de poco dinero, prefiero leer libros difíciles porque duran más, requieren más atención.
Invitado por los buenos precios, entré. Justo a la derecha había unos estantes llenos de libros en inglés, mi otra lengua literaria. Los precios eran irrisorios. Elegí tres: dos novelas, una que hacía tiempo que quería leer, y otra que se me aparecía de vez en cuando en la memoria y quería releer, y el otro los Pensamientos de Pascal. (Sí, ya sé que no leo novelas. A lo mejor debería decir que releo algunas, y leo otras del pasado que se me pasaron, rara vez algo nuevo.) En otra estantería encontré la Historia social del arte, de Arnold Hauser, en cuatro tomos. Pagué 10 dólares por todo. 4 por lo de Hauser, mil pesos el tomo, cuando en español, nuevos sale a por lo menos 20 mil cada uno.
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A nadie le importan mis aventuras bibliográficas, lo tengo claro. Volví al subte, dando un paseo por Lavalle, parando en Le Caravelle a tomar un café, gran lugar que tiene la ventaja de que no hay mesas, sólo barra. En el Obelisco, bajé al subte, y ya en el andén, anunciaron que los trenes estaban parados porque a alguien le había dado un patatús en una de las estaciones y lo estaban atendiendo. El anden se empezó a llenar, cada vez hacía más calor (ya saben lo que son las estaciones viejas de la línea B), y decidí volver a la superficie. Pensaba tomar un 146, que va en línea recta hacia el oeste hasta que llega a Parque Centenario, y luego recupera esa línea sobre Avenida San Martín, pero decidí tomarme el 39, en plan bus turístico, por 9 de Julio, Avenida Santa Fe, Palermo, Colegiales, hasta Chacarita. Fue la mejor idea.
El tráfico estaba pesado, el colectivo iba lento, me dio la oportunidad de hacer un buen cacho del trabajo de campo para el nuevo libro de la BiPA que estoy haciendo.
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El libro se titula Buenos Aires. Como prefiero, en ese libro yo no digo nada, o mejor, hacer el libro ya es decir algo, pero lo dicho no sale de mi voz. Es la estrategia fundamental de la BiPA: decir la ciudad con la menor interferencia posible de la propia voz, la propia subjetividad. La idea es siempre elegir un procedimiento y cumplirlo a rajatabla. Puede que esa elección sea subjetiva, pero a partir de ahí prima la objetividad, o al menos una forma de seriedad que me excluye psicológicamente.
La BiPA funciona primordialmente a base de recolección de materiales encontrados. Este libro que estoy haciendo no varía en eso, sino en que los materiales no son recogidos del suelo ni de la basura, son anotados, copiados de la realidad. Esta vez se trata de letreros encontrados por la calle.
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Si un comercio fuera un libro, su nombre sería su título. En el caso del libro que estoy haciendo, lo que me interesa son los subtítulos. Por ejemplo, podría haber un título que fuera La Garrapata de Ifi, y el subtítulo podría ser Empanadas– Pizzas– Sandwiches. Anoto eso. También valen otros avisos en la portada de ese libro–comercio, anuncios de ofertas, descuentos, nueva mercancía. A veces, sin embargo, se trata de lemas, como si ya nos estuvieran convenciendo de comprar algo desde la calle: Lo mejor en chicles, Una aventura de sabor, Todo para su gallina.
También entran avisos encontrados en el transporte público: Salida, No saque la cabeza por la ventana, No apoyarse contra la puerta. Ese tipo de cosas. Y los avisos comerciales del gobierno, como uno que no termino de entender: Manos abiertas a la salud. Suena un poco al principio de un atraco, ¿no?
La idea es que todos estos subtítulos y avisos, puestos uno detrás de otro, prácticamente sin respiro, separados sólo por comas, conformen un retrato de la ciudad en este momento. Es un retrato pasajero, como lo son todos, es cómo se ve la ciudad ahora, no el año pasado, ni hace 50 años, ni cien. Tampoco cómo se verá la ciudad dentro de 5, 10, 20 años. Es ahora. La ciudad dicha por sí misma.
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Pongo aquí un ejemplo:
Directo de fábrica, unión de parejas, renovación de todos los contratos, pasamos y no te encontramos, nuevitas, divertite mientras cuidás tu salud, remises—vans—micros—fletes refrigerados y secos, la marca segura, repuestos y accesorios, las Malvinas son argentinas, aire acondicionado, abierto domingos y feriados, promociones bancarias, prohibido estacionar las 24 horas, mejoramos cualquier precio comprobable, más de 20 años alimentando a tu mascota, dejá tu basura acá, envíos a domicilio, al futuro se viaja en tren, salida de emergencia, peligro no apoyarse en las puertas, cuidado con el espacio entre el tren y el andén, renueva tu energía, la puerta no se abre cuando la luz roja se ilumine, calidad que te enamora, pago de deuda previsional, qué fácil es arrancar el año, cumplimos con vos— siempre, tótem de seguridad, hora pico, aquí se hace el famoso capuccino alla italiana, ya regreso disculpe, desde 1944, súper promo, calidad en pilas y baterías especiales, seguridad conectada con central de alarmas, servicio técnico de celulares, grande de muzzarella, el detergente más concentrado, liquidación final, zona de caudales, crímenes de lesa humanidad, últimos días, nueva pelota YPF Messi, promo final verano, abrí tu cuenta gratis y obtené beneficios, hacé el secundario en el turno noche, pasión or lo rico, compro autos, prohibido fijar carteles, pensando en vos, hay lugar, pura fibra, lleve sus llaves, precios de locos, una de las 10 mejores heladerías del mundo, descubrí el arte del té, famosa pizza a la piedra, aliados de la merienda, compre aquí entradas de teatro con descuento, juntos podemos prevenir el dengue, temporada de ibuprofeno, donde reina la pizza desde 1947, productos discontinuos, abierta la inscripción, frutas y verduras de primera calidad, tu plata vuelve, un lugar a tu medida, poder inigualable, cuotas sin interés, alcohol cero (al volante), aprendé a manejar, arte en aberturas, color—balayage—tratamientos capilares, compostura de calzado, se necesita empleado, acá podés usar tu tarjeta de débito...
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Otra cosa que importa en el algoritmo de este libro, es que ningún letrero se repita, con lo cual tengo que tener buena memoria, y si tengo alguna duda, meto la frase en el buscador de palabras del procesador de textos. Y tampoco los elijo: anoto lo que veo. Después, al pasarlos en limpio, los paso en el mismo orden en que los vi.
Siguiendo este método, no se nota el paso de un barrio a otro, de una zona a otra. O quizá, si uno lee con atención, puede encontrar una serie de letreros típicos del subte, de alguna línea de colectivo o del tren, y ver que el recolector del material estaba en ese momento en tránsito entre una zona y otra de la ciudad. Lo que me interesa, al borrar las diferencias entre barrios, es que se sienta la ciudad como un todo, como un mazacote de lenguaje. Espero que funcione.
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El primer libro recolectado que hice es anterior a la BiPA, y estoy seguro que la BiPA le debe mucho. Ya por 2009 empecé a recoger apellidos de taxistas. En aquella época tenía dinero y viajaba mucho en taxi, y noté que sobre el respaldo de uno de los asientos delanteros normalmente había una copia de la licencia del conductor. Empecé a anotarlos. Sólo los apellidos, no los nombres ni los números de la licencia. A veces, no estaba visible el apellido, o la licencia, y se lo preguntaba al taxista, lo cual, superada su paranoia inicial, daba para conversar de algo que no fuera la última tontería política. Algunos taxis llevaban la licencia impresa en la puerta trasera. Esos me gustaban porque conseguía un apellido sin tener que ir a ningún lado ni gastar dinero.
La idea era hacer un retrato de la ciudad por medio de los apellidos traídos de otros lados al país. Tardé un par de años en hacerlo, quizá más. Ahora sería más difícil porque no sólo hay taxis, sino coches que se piden por diversas aplicaciones del teléfono. Ahora tiene menos gracia la idea, creo.
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El segundo que hice fue de nombres de hoteles. Hoteles de todas las categorías. Éste es ya más bien contemporáneo de la primera BiPA, 2011-12, por ahí. Y este venía dirigido por dos cosas. Ya por 2005 había empezado a estudiar la historia del turismo. Siempre he pensado que es bueno estudiar la historia de lo que uno más detesta. Ese trabajo culminó en 2007 con la última muestra y el último libro que hice en España: Los hoteles de la imaginación. En ese trabajo, el ilustrador Carlos Ortin eligió a un número de ilustradores, y yo elegí hoteles que aparecían en novelas, poemas, películas y canciones, hoteles imaginarios. Luego le pedimos a cada ilustrador que hiciera un etiqueta para uno de estos hoteles, como esas que se pegaban antes en las maletas.
La otra cosa es que cuando vivía en Galicia, país que históricamente ha tenido una gran emigración (ver: Buenos Aires), noté que muchos emigrantes habían vuelto y habían puesto un bar, un café, un restaurante, y que el establecimiento a menudo llevaba el nombre del país, la región o la ciudad adonde habían emigrado. Así, el Bar Stuttgart probablemente era de un tipo que había emigrado a esa ciudad de Alemania cuando España proveía al norte de Europa de mano de obra barata.
Tenía este tipo de cosas en la cabeza cuando hice ese retrato de Buenos Aires por medio de sus hoteles. Hace poco empecé a juntar nombres de parrillas, pero me aburrí.
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He hecho poemas con los lemas que aparecen en los volantes de putas y con los que aparecen en la propaganda electoral. Más o menos todo lo mismo: hay que afectar el imaginario del personal y venderle lo que sea, sexo, empanadas, una elección. La gente siempre pica, cosa que no para de maravillarme. Ya sé que el sitio cuyo letrero anuncia “¡Las mejores empanadas!” no vende nada ni remotamente parecido. Pasa lo mismo con “Nuevitas”, o con cualquier partido político. Se trata de comprar y vender, nada más. Como si la compraventa fuera una actividad sin fin, excepto el lucro, y no importara lo que se compra ni lo que se vende.
También he hecho poemas y otros textos con frases que alcanzo a oír, yo que soy duro de oído, en la calle o en el transporte público. De estos, los más antiguos serán de 2013 ó 14. Aquí lo que me interesó siempre fue el uso cotidiano del lenguaje. Una diferencia importante entre estos poemas y lo que estoy haciendo ahora, es que en los poemas seleccionaba las frases, luego las ponía en un cierto orden para que la cosa tuviera ritmo, para que hubiera encuentros afortunados y hasta cómicos entre una frase y otra—para que el mamotreto funcionara como poema, digamos. Ahora, en cambio, el texto es prosa, va una cosa tras otra sin selección y en el orden en que fueron avistadas. Quiero que quede un bloque de lenguaje más o menos espeso: un mazacote.
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Camino por la calle, viajo en colectivo, llevo mi libretita en la mano, voy anotando lo que veo. Quiero que el libro tenga unas 20 páginas y llevo tres, bien densas, bien apretadas. He leído fragmentos en voz alta, y la verdad es que de repente toman ritmo. No sé si decir que es un ritmo de la ciudad, o de mi paso por diversas zonas, o si es totalmente artificial y ajeno. Puede ser cualquiera de esas cosas. Lo que me importa es ese retrato, que quizá incluso sea una vía de acceso al inconsciente de la ciudad.
Una cosa que decidí, casi sin pensarlo, al principio de este proceso, fue que sólo recogería lemas en español, pero el otro día, viajando en el 39 por Avenida Santa Fe, me quedó claro que hay muchos, muchísimos en inglés. Ahí decidí que haría otro titulado Buenos Aires (English Version). A ver qué pasa.
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También volví a una idea antigua, que era recorrer la Avenida Rivadavia desde la Catedral hasta la General Paz, y anotar todos los nombres de comercios de uno y otro lado de la calle. Para eso tengo que tener mucho tiempo libre. Podría hacerlo también con Avenida Santa Fe/Cabildo.
Otro proyecto que hace años que está parado es uno que titulé Teoría del kiosco. Ése es un poco más complejo, aunque también implica mucha recolección, y lo he venido posponiendo. A lo mejor este año tengo tiempo.
A lo mejor retomo lo de las parrillas, o podría recolectar nombres de zapaterías, o de farmacias.
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Todo esto encaja dentro de una reformulación de la Sección Editorial de la BiPA, con la que he venido experimentando distintos tipos de libros en los últimos años, libros de poesía, catálogos de exposiciones, libros de dibujos, ediciones de algunas niusléters. Ahora vuelvo al principio, a una Sección Editorial tan recolectora como la BiPA misma, ampliando así los tipos de objetos que se recogen con la idea de abordar de la manera más amplia posible la idea fundadora de la BiPA: dejar que la ciudad se diga a sí misma.
En todo este proceso, yo sólo soy un vehículo, y lo que más me preocupa es que mi voz, el ritmo de mi respiración, los hábitos de mi adjetivación, queden fuera. Evidentemente, yo elijo, yo hago el trabajo, yo yo yo. Pero es un trabajo que me tiene que dejar fuera, que me tiene que silenciar, que me tiene que llevar a un tipo de silencio que no sé muy bien qué es, o cómo es, pero que asocio a esos días en que la ciudad está tranquila, sin mucho tráfico, sin mucha gente por la calle. Ese silencio de ciudad, que es el silencio que me habita.
NOTICIAS
1. Ifi, la gata del IF, cambió de nombre el otro día. Siempre cambia. Y no importa, porque si la llamo por su nombre legal, Doña Ifigenia Pantufla Rocío de Lynch y Piaggio, tampoco responde. A veces responde cuando la llamo, ¡Ifi!, y viene corriendo. A veces no. El otro día, la llamé, vino corriendo, saltó a la mesa y pegó una patinada que casi se cae. De ahí su nuevo nombre: La Patinadora Profesional Doña Peluquita, alias Ifi. (Lo de Peluquita, al igual que Pantufla, es porque tiene mucho pelo, y a veces va toda despeinada.)
2. Este libro, Buenos Aires, del que hablo en esta niusléter, saldrá en un par de meses. La gente que está suscrita por Mercado Pago recibirá un ejemplar numerado y firmado absolutamente gratis. (DIcha suscripción cuesta menos que un café en cualquier bar de la ciudad.) Incluso si tengo que enviárselo a Misiones. Sólo se harán 50 ejemplares. Si alguno de ustedes quiere uno, e precio actual es de 3 mil pesos, si me escriben ahora y lo piden. Si esperan a que salga, el precio será probablemente de 4 ó 5 mil. No depende de mí, sino de la realidad exterior.
3. Los poemas están en Paseante Extranjero. Sigo escribiendo poemas, aunque me preocupen más los avatares de la BiPA. La ventaja de suscribirse a Paseante no es que les lleguen los poemas por correo electrónico al momento de publicarlos, es que es totalmente gratis y en ningún momento les digo nada de suscribirse por dinero.
4. Gran éxito de la última Sesión del IF. De hecho, no alcanzó la comida. Siempre cocinamos y damos de comer porque la hospitalidad nos parece obligatoria. Además, por la zona tampoco hay gran cosa. Esta vez hice una gran olla de lentejas (vegetarianas, por tanto quejica que anda suelto por ahí) (y eso que los omnívoros ya empiezan a quejarse de mi política de ahorro en quejas), las hice en la olla más grande que tengo, llena hasta arriba, y se agotaron en 15 minutos. Al parecer, salieron buenas porque la gente venía y pedía una segunda y hasta una tercera porción.