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Ayer cometí un error: hice un poema. Me había prometido que no haría más, por lo menos durante un tiempo, y ayer tuve que probar algo. El problema es que si hago un poema, quedo anulado el resto del día, no puedo hacer nada más. Creo que es una reacción psicológica de cuando escribía de verdad, y arrancaba todos los días a las 7, terminando a las 12, 5 horas de pura intensidad metido en el lenguaje. No sé. Porque también pasé muchos períodos en los que ensayaba en el teatro por la mañana y escribía por la tarde. O escribía por la mañana y ensayaba o daba clases por la tarde. A lo mejor es la edad, y que ya sólo aguanto un polvo: luego quedo atontado el resto del día.
El poema no requirió el menor esfuerzo. Estaba pensando en el collage como forma ideal para la época en la que vivimos (de hecho hace ya cien años que lo es, pero ahora más), y recordé un tipo de poema llamado centón, que no es más que un collage de versos de otros poetas. Inocentemente, me puse a hacer uno, teniendo otras mil cosas que hacer, y cuando lo terminé me quedé vacío, anulado más bien. Como si hubiera escrito un poema en el que hubiera dejado el intelecto y las emociones a flor de piel. El resto del día no hice nada. Pueden ver el resultado aquí.
Hay algo en mí, algo pernicioso, que dice: Ya está, ya no hay que hacer nada más, se hizo un poema y el día ya está completo.
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Mala idea, por supuesto, con todo lo que tengo que hacer. Y es que aparte de los trabajos de supervivencia, quiero darle otro giro a la BiPA, uno que me parece importante: el del comercio. ¿Han oído hablar de los NFTs? Son objetos digitales que se emplazan en una block chain, que garantiza su autenticidad, y se venden o subastan, o la gente puede invertir en ellos como si fueran acciones de una empresa, comprando y vendiendo a placer. Unos tipos destruyeron un Lamborghini de 200 mil dólares, lo filmaron, y luego del video sacaron 2 millones de dólares. Todavía está verde ese mercado, pero es interesante ver qué pasa en él. Se puede aprovechar la burbuja actual, o se puede esperar a que se estabilice, se normalice, y luego entrar ahí.
Estoy averiguando lo de meter en ese mercado las hojas del Registro que me parecen más divertidas. Por ahora, pueden verlas totalmente gratis en instagram: @bipambulante. Pero lo interesante de la BiPA, en cuanto a su mercado, es más que nada la cercanía con su público, las conversaciones que suscita, sobre todo con personas que no tienen nada que ver con los mundillos del arte y de la poesía. Y también quiero abrir el juego por ahí.
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En los países hispanohablantes queda un mal hábito social que viene de cuando los reyes, la aristocracia y la Iglesia eran los únicos clientes del arte. Ahora, seguimos esperando que el Estado, o algún que otro millonario, se ocupe del problema. En América Latina nadie ha pensado que si nos vamos a descolonizar, éste es uno de los problemas que hay que solucionar. Me gustaría ver las colecciones de arte, por modestas que sean, de toda esa gente que habla de descolonización. Sospecho que sólo hablan, pero que no ponen su dinero en juego.
(Las dos fuerzas principales, en nuestras sociedades, son el poder y el dinero. Éstos no son sinónimos, y no siempre van de la mano. Uno puede servir para llegar al otro, eso sí, son vasos comunicantes. La gente intelectual, la gente politizada, quiere afectar al poder con sus ideas, con su presencia. Rara vez recuerdan que esas ideas y esa presencia son fungibles para el poder, son mero combustible. Lo que no veo, y a lo mejor soy miope, es que ataquen por el otro lado, por el del dinero, invirtiéndolo en los artistas de su localidad o su país. Siguen esperando que el poder se ocupe de esto. Pero como al poder no le importa otra cosa más que el poder, y por ello se asociará con cualquier otro poder exterior, seguimos en una posición de dependencia, neocolonial.) (Aparte de que se sigue repitiendo la misma estructura de antaño, la de cuando la Iglesia y la aristocracia pagaban a los artistas.)
La burocracia del arte insiste en que nos profesionalicemos. Esto será absurdo hasta que dicha burocracia pueda garantizar que, gracias a esa profesionalización, podremos vivir del arte. Mientras tanto, es pura coerción en busca de artistas que le hagan el trabajo difícil a la burocracia, y la propaganda al Estado. O a la empresa. Así que hay que buscar otro camino. Ni el de la profesionalización burocrática, ni el de la genuflexión al poder nos valen.
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Ulíses Carrión decía que el escritor debía ser también diseñador, editor, todas esas cosas: debía producir el libro entero: hacer libros, no sólo escribir textos, que es lo fácil. Osvaldo Lamborghini, por la misma época insistió en que primero había que publicar, luego escribir. La BiPA encuentra su genealogía en esas ideas.
En 2019 decidí que no vendería más libros de la Biblioteca principal. Lo que tengo que hacer, me dije, es acumularlos, formar una verdadera biblioteca del siglo XV, anterior a la invención de la imprenta de tipos móviles. Y claro, eso hay que financiarlo de alguna manera. El comercio es lo que se me ocurre.
Podemos salir a los mercados internacionales por medio de los NFTs y/o podemos quedarnos en el mercado local por medio de la venta de objetos. Lejanía y cercanía, hay que poder hacer ese zoom.
Hace tiempo que me ronda la cabeza la idea de autodenominarme poetacomerciante. No poeta y comerciante, ni poeta/comerciante, o poeta-comerciante. Debe ser una sola palabra.
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Las ciudades se fundaron, hace 7 mil años, primordialmente como centros comerciales, no como fortalezas, como nos aseguraban en la primaria. Su característica principal sigue siendo el comercio. Recuerdo cómo a principios de 2021, el centro de Buenos Aires estaba completamente desolado, con todos aquellos comercios, bares y restaurantes cerrados para siempre. Por mucho que la gente volviera a circular, aquella era una ciudad fantasma. Ciudad y comercio van de la mano. Nada hay más triste que un territorio urbano sin tiendas ni nada.
(Bueno, está el comercio electrónico, pero éste no genera ciudad, ni contacto humano, ni conversación. Éste es el comercio de la desolación atomizada de la vida contemporánea. Y por si a alguien le importa, cabe recordar que el comercio electrónico es antiecológico: ocupa menos espacio, quizá, pero genera mucha más basura y gasta más combustibles fósiles.)
Por necesidad, puede que me meta en el comercio abstracto de los NFTs, pero ideológica y estéticamente estoy obligado a adentrarme también en el laberinto del comercio de cercanía. La verdad es que esto estaba en el programa general de la BiPA desde el principio (pero en aquella época todavía escribía poemas, y ya ven lo que me pasa cuando hago uno.) La primera gran muestra de la BiPA (de unos 160 libros) fue en la Barraca Vorticista en octubre de 2013, y en ella había una sección, titulada REGALERÍA (una de mis palabras argentinas favoritas), donde se vendían gorras, camisetas y no sé qué más: lo que llaman merchandising.
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Las ediciones se venden, por supuesto, pero hasta ahora ha sido de forma bastante pasiva, con un mínimo de promoción por mi parte, y dependiendo principalmente de que los poetas vendan su libro a sus contactos, o en las lecturas que hacen en vivo. Luego, sí que hay gente que me escribe para pedirme libros. Ahora hay que promover y vender de manera más activa, sea por aquí, por la Niusléter, o en ferias, en muestras: donde se pueda.
Una cosa que tengo clara es que esto es para financiar la Biblioteca, no mi extravagante estilo de vida de playboy internacional. Debe servir para comprar todos los materiales que hacen falta, y para poderle dedicar más horas. Esta semana, por ejemplo, no tuve que trabajar afuera e hice tres libros nuevos, cosa simplemente de estar ahí, haciendo.
El comercio de cercanía, que además de los libros debe promover la venta de otras cosas (camisetas, gorras, y así), tiene la ventaja de que hace sociedad. Siempre que he estado en esa situación, he conversado con mucha gente, he hecho amigos, establecido complicidades. Y aunque a veces me agarra el virus antisocial, creo que esto es importante. Así que voy a tirar por ahí.
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Uno de los grandes temas de la BiPA es el libro en ausencia del libro, o mejor, el libro-en-ausencia-del-libro, o mejor, el libro en ausencia, o mejor, el libro-en-ausencia. Estas son complicaciones filosóficas de tipo germánico, y luego un poco afrancesadas, pero no importa. Lo que importa es apuntar a un libro (ausente) que se pueda leer y no a la vez, un reflejo poético del famoso gato de Schrödinger.
(La BiPA surge en parte de mi adquisición, en 2010, de mi primer aparato electrónico de lectura. Por mucho que a lo que leamos ahí lo llamemos libro electrónico, no son libros, sino textos. Es otro bicho, y suscita un tipo distinto de relación con lo leído, igual que el artilugio con el cual escribamos también suscita otro tipo de relación mental-manual con lo escrito.)
Las preguntas que recorren la BiPA son: ¿qué tipos de libros podemos hacer en ausencia del libro, qué tipos de libros podemos hacer ahora que el libro ya no es el vehículo principal para la transmisión de textos, qué tipo de sistema poético se puede crear para abordar esta cuestión? La Biblioteca principal es la encargada de ir respondiendo a estas preguntas. Lo hace de una forma en particular, nunca definitiva.
Las ediciones, en cambio, siguen perteneciendo al mundo del libro tradicional, pero ya informadas por las investigaciones de la Biblioteca. En otras palabras, buscan averiguar cómo hacer un libro rápido, barato, que llegue al público cuanto antes.
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Marcel Broodthaers: “El libro es el objeto que me fascina, ya que para mí es el objeto de una prohibición. Medio enterré un paquete de cincuenta ejemplares de Pense-Bête… Aquí, uno no puede leer el libro sin destruir la naturaleza plástica de la obra. Este gesto concreto trasladó la prohibición al espectador, o al menos es lo que yo esperaba. Pero para mi sorpresa, sus reacciones fueron completamente distintas de lo que imaginaba… Nadie se vio conmovido por ese tabú.”
En 1964, el año en que nací, Broodthaers ya estaba investigando el libro en ausencia. Pero la ausencia para él era algo negativo, venía de una prohibición. La ausencia ahora, la del libro, se da por la importancia que damos al texto, a la imagen, al sonido. No digo que el libro esté en vías de extinción, pero sí que está de retirada, una retirada estratégica cuya misión es reagruparse para atacar por otro lado.
En otras palabras, el libro, que poco a poco va perdiendo su autoridad, debe aceptar esta pérdida como total, y dedicarse a otra cosa. Si el libro, durante siglos, dijo el mundo, su misión no ha cambiado, pero sí que debe de encontrar otras formas de decirlo.
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Esta breve excursión en la teoría (que puedo ampliar, pero no quiero aburrir) no es sólo para autoconvencerme de que tengo que entrar en el comercio. El libro, ahora, es un objeto de cercanía, y el mejor vehículo para llegar a estar cerca es el comercio de cercanía, la conversación, la complicidad.
(El libro fue siempre un artículo comercial. En el Renacimiento, los principales inversores de las imprentas eran banqueros y otros grandes comerciantes, que por supuesto, esperaban que su inversión diera rédito. Siempre se calculaba el posible éxito de ventas de un libro a la hora de decidir si se imprimía o no.)
El otro día estuve en la librería de un tipo que sabe, y me hizo una lista de las editoriales, supuestamente independientes, que cobran a los autores por sacar su libro. Me quedé de piedra. Editoriales que parecían serias, ahora alquilan su nombre–que se irá gastando y desprestigiando hasta que ese capital, el de su reputación, tan frágil y tan valioso en la era digital, se esfume por completo y no deje ni la sombra.
La sección editorial de la BiPA no cobra a nadie por sacar un libro. Yo invierto en materiales y en el trabajo de editar,maquetar, imprimir y encuadernar; los poetas y artistas invierten sus poemas y su tiempo (en correcciones, conversaciones, un contacto bastante cercano), y luego vamos a medias con lo que salga de ahí. Ahora debo invertir más tiempo e ideas en la parte de la distribución, o del comercio de esos libros.
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La BiPA, aunque tenga una sección editorial, no es una editorial; es una biblioteca, o sea, un archivo y un museo cuya colección está para ser usada ahora mismo. Los archivos están ahí para el futuro, las bibliotecas y los museos están para el presente.
Pero el presente es arduo, y ya se sabe que toda biblioteca y todo museo requieren de algún tipo de financiación. No me interesa tanto mover libros, sino poemas, o lo poético, o momentos de lo poético. Un libro de la sección editorial de la BiPA, lleva la impronta poética de su autor, y también la de la BiPA, la de la valorización poética de un presente total y totalizante que urge decir antes de que se deposite en el pasado.
Mi misión, me parece, es averiguar maneras de hacer poemas, de intervenir poéticamente en la realidad. Lo que toca ahora es averiguar qué otros tipos de objetos, no-libros, libros-en-ausencia, poemas-en-ausencia-del-poema, puedo sacar a un mercado de lo más frágil, convencido como estoy de que lo poético debe circular lo más posible, y de que es así como se hace ciudad y se interviene en la intemperie, sea mítica, económica, social, virtual o, incluso, política.
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¿Ven lo difícil que es pensar en el comercio del arte en los países de tradición católica? Tenemos una larga tradición de odiar el comercio, de pensar que estamos por encima de él. Si esto fuera un país protestante, no habría que decir nada, excepto: ¡Hey, (insertar aquí cualquier chorrada) está a la venta, comprenlá! Esto afecta todos los aspectos de la vida, desde lo más íntimo y personal de cada quien hasta el cambio dólar/peso hasta la política de exportaciones del gobierno hasta el tipo de arte que hacemos, y cómo pensamos nuestra posición como artistas dentro de la sociedad.
En 2018 dejé de vender libros de la Biblioteca en Argentina, simplemente porque me cansé de que el público no estuviera preparado para el mercado que éstos implicaban, además de quejarse de que no tenían dinero para pagar lo que yo pedía. En 2019 dejé de vender afuera, donde el público es otro, pero por otra razón: la de acumular, como dije más arriba, una biblioteca de verdad.
Ahora sigo pensando en esto de ser un poetacomerciante, y viendo cómo lanzarme a la aventura del comercio de lo poético. A ver qué pasa.
NOTICIAS
1. Ifi, la gata del IF, parece estar ligeramente resfriada. Ya la oí estornudar un par de veces, y hace rato la encontré acurrucada en el sofá. Esto no quita, sin embargo, que no se yerga en todo su esplendor, estirándose largamente y sacando la lengua, o bostezando, a la hora de pedir más comida. (Tiene el plato lleno, por cierto, y es que pide por pedir.)
2. Acaba de salir ese libro del campo semántico de la palabra AMOR que aparece en la última foto. Lo interesante que tiene es lo antiguo que resulta: Casares publicó su diccionario en 1959, pleno franquismo, y mi edición, la segunda, es de 1997. Leerlo se asemeja a una especie de arqueología lingüística. De ahí, de ese contraste entre lo que se decía y lo que se dice, me parece que aparece lo poético. Se vende a 400p.
3. Continúa la muestra en la que se pueden ver y tocar algunos libros de la Biblioteca principal: Goliat persiste: una exploración sensorial de Buenos Aires, en Pasaje 17 (Bartolomé Mitre 1559). Yo estaré esta tarde a partir de las 17h., por si se quieren pasar a echar un vistazo y charlar un rato.
4. Pueden echar una mano a todo este esfuerzo de la BiPA suscribiéndose por Mercado Libre a sólo 300p por mes. Si ya se suscribieron, no compren el libro anunciado en el apartado 2, ese les va de regalo.